Hoy suena a una obviedad, a una expresión que se explica sola, pero hace cuatro años tenía una connotación especial, invitaba a despertar conciencias y a asumir fuertes compromisos. Antes de que empezara la Eurocopa de Austria-Suiza 2008, el técnico Luis Aragonés, con ese tono falsamente gruñón que emplea, le dijo a la cara a su plantel: "Acá no vinimos sólo a competir, sino a ganar. Éste es nuestro momento". Hasta ese entonces, el Sabio de Hortaleza era un pasajero más en esa larga travesía de frustraciones del seleccionado. Había estado al frente de España en la frustrante eliminación ante Francia en el Mundial 2006. El historial de la Roja en el gran escenario internacional no se compadecía con las conquistas de los dos gigantes de la liga, Real Madrid y Barcelona. El seleccionado se había quedado perdido allá en el tiempo, en la obtención de la Eurocopa de 1964, con un gol de Marcelino recordado en un blanco y negro cada vez más desgastado. Luego vinieron 44 años de decepciones, desencantos, complejos, equipos que sufrían el síndrome de los cuartos de final como una barrera insuperable.
Cuatro años después de aquella arenga de Aragonés, ningún país en el mundo obtuvo una seguidilla de títulos, en cantidad y en importancia, como la que España acaba de encadenar. Semejante logro no podía haber tenido un broche más brillante, con un 4 a 0 que minimizó a Italia como casi nunca ocurre con la dura y competitiva azzurra.
El fútbol mundial asiste a la Edad de Oro de España, un ciclo que lo pone como el seleccionado de referencia en el planeta, por resultados, estilo, individualidades, sentido colectivo del juego y el de los valores de Fair Play que transmite. Hoy, España representa el modelo que todos quisieran para sí. El que cosecha elogios y reconocimientos de todo el abanico ideológico futbolístico.
Así como desde muchos sectores se señala a Barcelona como el mejor equipo de club de la historia, España suma adeptos para recibir una mención similar en nivel seleccionado. España es una realidad que se pone a la altura de un mito como Brasil 1970. Por lo pronto, ayer, en Kiev, dejó atrás a dos competidores que alguna huella dejaron en el fútbol. Este equipo de Casillas, Sergio Ramos, Pique, Xavi, Iniesta, Xabi Alonso enhebró un triplete inédito: Eurocopa-Mundial-Eurocopa. Superó el registro de la Alemania de Maier, Beckenbauer y Müller, artífices de la Eurocopa 1972 y Mundial 1974, y el de Francia de Zidane, Henry, Blanc y Deschamps, protagonistas en el Mundial 1998 y la Eurocopa 2000. Fuera de Europa, España tampoco tiene parangón. Brasil es el que más se acerca a ese trilogía de grandes títulos, con los mundiales de 1958 y 1962, sin poder intercalar en ese cuatrienio una Copa América (fue subcampeón de la Argentina en el Sudamericano de 1959).
No es casualidad que este período de España haya ido en paralelo al de Barcelona. Tampoco debe ser coincidencia que ambos empezaran en 2008, año en que Guardiola asumió en el club catalán y marcó un nuevo rumbo en el mundo. Ambos procesos se fueron retroalimentado, con las señas de identidad que imprimían a ambos conjuntos mediocampistas de las características de Xavi, Iniesta, Busquets. En el comienzo de todo, en 2008, también estuvieron el brasileño nacionalizado Marcos Senna y Cazorla (integrante del actual plantel), volantes de la larga lista que predican el toque, la posesión y la elaboración. Como Xabi Alonso. Al igual que Cesc y Silva, éstos con un perfil más ofensivo. Mata tampoco desentonaría, pero tiene pocos minutos para mostrarse.
Esta España también supo crear un espacio de convivencia y solidaridad que la pusiera a salvo de las heridas que dejaron los ardorosos clásicos Real Madrid-Barcelona de los últimos dos años, desde la llegada de Mourinho. Fue necesaria una charla entre Xavi y Casillas para deponer enconos y fomentar la unión. Quedó demostrado en la cancha: dos de los tándems más fuerte del equipo son los que integraron los centrales Piqué y Ramos (de gran campeonato) y el doble pivote Busquets-Xabi Alonso.
En el inolvidable 4-0 a a Italia (la diferencia más amplia en una final de Eurocopa), todos los goles respondieron al libreto que exalta las combinaciones y la riqueza técnica. Italia, con menos recursos, planteó oposición y tuvo oportunidades (Casillas fue decisivo con el partido 1-0 y 2-0), pero desde los 15 minutos del segundo tiempo se quedó con 10 por la salida de Thiago Motta por desgarro. Italia se fundió y España fue un festival, le dio entrada a gente fresca (Torres y Mata) que estiró la victoria a una goleada. España cumplió con su condición de favorita. No le pesa la responsabilidad. Interiorizó muy bien aquello de "venimos a ganar" de hace cuatro años.
Aunque sólo fue titular en dos de los cinco partidos que disputó, el delantero de Chelsea obtuvo el trofeo. Hizo tres goles y dio una asistencia (variable de desempate), al igual que el alemán Mario Gómez, pero recibió la distinción por hacerlo en menos minutos.
LA CAMPAÑA: CUATRO TRIUNFOS Y DOS EMPATES
Por la rueda clasificatoria, España debutó con un 1-1 ante Italia. Luego venció 4-0 a Irlanda y 1-0 a Croacia. En cuartos, eliminó a Francia (2-0), en semifianles, a Portugal (0-0 y 4-2 en los penales). Con el 4-0 de la final de ayer, contabilizó 12 tantos a favor y uno en contra.
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